martes, 1 de marzo de 2016
Relato: ¿Soy yo?
Hoy quiero compartir con vosotros otra de mis aficiones, que es la escritura. No, no se me da bien tampoco, y a decir verdad, siempre que me pongo a escribir nunca lo termino, o no se lo dejo ver a nadie, una que es así de vergonzosa (vale realmente es porque no me gusta que me pongan verde XD), pero es una cosa que me gusta muchísimo. Os voy a poner un relato que hice hace bastante tiempo, y si no me equívoco es el único que he puesto en la ventana de Internet (desde hace 6 años) para que todo el mundo lo lea, no es perfecto y tiene mil defectos, lo sé, pero cuando lo escribí me gustó mucho y quede muy satisfecha con él, y a decir verdad cuando lo releo no siento esa vergüenza horrorosa que tengo por todo, así que espero que os guste como a mi y no seáis demasiado críticos (vaya, que no me pongáis que os limpiaríais el culo con él porque es una auténtica mierda jajajajajajajaj)
Esa mañana me sentía diferente, el olor de la almohada no lo reconocía, era un aroma a vainilla que podría llegar a empalagar, la comodidad de la cama era extraña, los buenos días y el beso de Sam sonaban confusos, los gritos de la mañana en la calle eran tranquilos, por no decir que apenas se oía nada, ni autobuses, ni coches, ni sirenas.
Me levante sobresaltada, pensando que era un mal sueño, pero era mas bien una auténtica pesadilla, aquella habitación no era la mía, era amplia y luminosa, con cortinas blancas, una cama increíblemente grande con unas sabanas verdes. <<Yo odio el verde>> pensé poniéndome nerviosa, un armario empotrado gigante que estaba abierto y podía ver la ropa, que no se parecía en nada a la que yo acostumbraba a usar, millones de trajes de hombre. <<Sam no usa trajes>> volví a murmurar. Seguí mirando alrededor de mi, las paredes no tenían ni un misero cuadro, ¡no estaban mis cuadros de películas por ningún lado! Observé una puerta medio abierta donde se escuchaba la ducha y me fijé en el despertador, era diferente, negro clásico con luces rojas que marcaban las nueve menos cuarto de la mañana.
De nuevo me sobresalté, la alarma no sonó ¿en qué día estaba? ¿dónde me encontraba? Yo recordaba haberme acostado un martes, debía ser miércoles, no entendía nada.
Me levanté de la cama para ver más de esa casa, el pijama que llevaba me pareció bastante ridículo, conjuntado rosa y con ositos dibujados. <<¿Dónde está la camiseta de Sam y mis pantalones viejos?>>, salí de aquella habitación y me encontré con un pasillo, y al final de él, unas escaleras, caminé sigilosamente, me crucé con un espejo, me miré asustada, viendo tantos cambios temí que tampoco tuviera mi cara, pero allí estaba, algo cambiada, pero era yo, de eso sí que estaba completamente segura, tenia el pelo algo más largo, volvía a llevarlo de color negro, pero no me veía ni más vieja ni más joven. Escuché que el grifo de la ducha se cerraba y como una idiota salí corriendo de nuevo hacia la cama en lugar de a la puerta de la casa para salir pitando de allí, que era tan perfecta que daba miedo.
Me tapé con las sábanas casi hasta la cabeza, no sabía con qué me iba a encontrar, o más bien, con quién lo iba hacer, del baño salió un chico que no era Sam, ahogue el grito que iba a salir disparado de mis pulmones. Pero ese joven no parecía asustado, me conocía, era completamente diferente a Sam, tenía el pelo negro, la piel morena, ojos negros, reía al verme escondida bajo las sabanas.
- Como te quedes mucho más dentro de la cama, llegarás tarde al colegio.
- ¿Colegio? – pregunté alzando demasiado la voz.
- Sí, a ese sitio donde das clase a renacuajos parlanchines y sabiondos – se burló de mi.
- ¿Pero....? – <<si yo soy policía>>, esta vez volví hablarme a mi misma para que no me escuchara.
A pesar de parecer todo tan aterrador, comencé a darme cuenta que no sentía tanto miedo ni nervios sino todo lo contrario, era todo extraño, diferente, no era mi vida, estaba cómoda donde estaba, no sabía qué era, ni dónde me encontraba, ni cómo narices se llamaba aquel chico, que era físicamente bastante interesante, para ser sincera. Pero por alguna (aún más) extraña sensación, sentía tranquilidad, aunque quería saber qué había sucedido y por qué me había despertado en una casa y con una vida que no era la mía, ¿o sí lo era?
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